Día de la Inmaculada

Gen. 3,9-1 .  Efesios 1,3-12

Lucas 1,26-38

Nos  vamos a detener en el relato del Génesis en el cap. 3 donde se habla del pecado de los comienzos, cuando Dios puso al hombre en el paraiso y les dijo “de ese fruto no podéis comer porque  moriréis”, pero la serpiente replicó: “no hagáis caso” porque es que Dios sabe que cuando comáis de ese fruto se os abrirán los ojos y seréis como El. Entonces la mujer tomó del árbol y comió y luego le dio al marido… Y cuando El Señor se dio cuenta y les preguntó, ellos se escondieron por vergüenza. Entonces Dios llamó al hombre y le dijo: “qué ha pasado” a lo que el hombre le  echó la culpa a la mujer de haber comido del fruto prohibido. Y por su parte la mujer le echo la culpa a la serpiente… Y nadie tenía la culpa de nada.

Siempre se nos dijo que el ser humano había sido creado en estado de inocencia, de gracia y de perfección absoluta y que a causa del primer pecado de la pareja ese estado original se perdió.

Es como decir que Dios tenía un proyecto perfecto y el hombre y la mujer lo desbarataron con su pecado. La mujer queda en mal lugar como instrumento de pecado, que tienta al hombre y también le hace caer.  El hombre aparece como un estúpido, víctima de las artimañas tentadoras de la mujer. A lo largo de la historia los seres humanos echándonos la culpa unos a otros.

Este relato se construye sobre la base de un mito mesopotámico y el autor lo utiliza para resolver cuestiones existenciales y de fe que necesitaban los creyentes de su generación. La biblia los adapta para transmitir una verdad que querían transmitir al pueblo.

El relato nos muestra a la mujer y a la serpiente unidas en torno a un árbol misterioso llamado “del bien y del mal”. La que tienta no es la mujer, sino la serpiente (el mal) y la seducción no proviene de la mujer sino del fruto. (apetitoso)

“El árbol de conocimiento del bien y el mal” es el símbolo que ocupa el centro del relato. Con ello se quiere expresar y describir la actitud de quien desea ser dueño de las decisiones últimas.  Ello nos lleva a entender que la gran tentación del ser humano y su perdición es ponerse a sí mismo como medida única de todo y colocar su propio interés como norma suprema prescindiendo de Dios.

Es decir nos quiere expresar que el mal en el mundo no tiene otro origen que el mismo ser humano cuando se deja dominar por la terrenalidad que lleva dentro. El ser humano se pierde cuando pierde de vista que Dios es esencialmente liberador. Cuando se le desplaza al mismo Dios para colocar en su lugar al ser humano y sus tendencias acaparadoras poniéndose por encima de los demás. El poder en su inicio como origen del mal: querer ser más que los demás.

Esa es la esencia del mensaje lo demás son simbolismos para explicar el mal que el hombre provoca por su afán de acaparar.

Y ¿por qué la Iglesia nos pone este relato para hablar de la Virgen? Sencillamente como contraste entre el bien y el mal, entre la fidelidad al plan de Dios o querer ser más que Dios. María representa el bien, Eva y Adán el mal. La mujer vieja y la mujer nueva.

María es la mujer que, en su humildad y en su compromiso, se pone en manos de Dios y a su servicio, sabiendo que Dios es Padre y de él viene el bien. Y el ser humano tiene una tarea primordial: saber que es instrumento de Dios,  que la vida no es suya ni él es dueño de nada, que es administrador de los dones que Dios ha ido regalando. Y que el ser humano está aquí para ser feliz pero también para hacer felices a los demás, no para ser dueño y señor a costa de nadie.

¿Cuál es la realidad? El ser humano le ha echado un pulso a Dios, se le han subido los humos, se han creido “dioses” y lo peor que han abusado del poder para aprovecharse de los demás, ser más que los demás. ¿Esa actitud qué ha generado? Pobreza, humillación en unos; orgullo, prepotencia y riqueza en otros. Se nos olvidó que Dios nos hizo iguales. Cada cual ha montado su “torre de babel” y se ha creído superior viviendo a costa de la humillación del hermano.