Todos tenemos un sitio en la Mesa del Señor
Domingo 28 del T.O.
Mateo 22, 1-14 Parábola del rey y la boda de su hijo
Una parábola: un rey y la boda de su hijo. Invita a los más amigos y se niegan a la invitación. Cada cual pone sus excusas. Mandó entonces a los criados que salieran a los cruces de los caminos e invitaran a todos, malos y buenos. El banquete se llenó de gente. Pero se coló uno que no llevaba “traje de fiesta” -el don de la fe y el compromiso ético- y lo echó fuera.
Para entrar en una Mezquita hay que descalzarse. Para entrar en una Sinagoga hay que cubrirse la cabeza. Para entrar en una iglesia se aconseja vestido digno. Pero el vestido de la parábola no se mide en centímetros. Es una forma de comportarse con Dios y con el prójimo. Es un modo de vivir.
Al final reúne a todos en un mismo banquete.
El banquete del reino es un don gratuito pero exige que cada persona sea capaz de aceptar la invitación y llevar una vida coherente con lo que significa la invitación.
Es el padre el que invita a la boda del hijo. Los primeros invitados son los jefes religiosos que se negaron a aceptar el mensaje. Los siguientes invitados van a ser todos los seres humanos sin importar si son malos o buenos.
Por tanto la Palabra de este domingo gira en torno a la Mesa. Dios prepara una mesa, un banquete de bodas para la humanidad. El Reino de los cielos se parece a un banquete, una mesa de bodas.
El sentido en la Mesa en la vida es muy rico y aborda todos las realidades del ser humano. En torno a la mesa vivimos y acontecen muchas cosas. En la vida nos sentamos en muchas mesas por mil motivos. La mesa de la familia donde todos somos iguales, nos alimentamos y se vive la fraternidad- familiaridad.
La mesa de la cultura. Desde pequeños nos hemos sentado en una mesa-pupitre y ahí hemos ido aprendiendo y creciendo en pensamiento.
La mesa del trabajo: cuantas horas mucha gente pasa horas sentados a la mesa del trabajo. Mesa lugar de trabajo y de ganarse el pan.
Mesas de diálogo y de política: sentarse a negociar, a buscar salidas, soluciones…
Mesa de la EUCARISTÍA: la eucaristía es también una mesa en la que nos alimentamos de la palabra y del pan. El altar es una mesa. En esa mesa nos sentamos con los problemas, crisis y alegrías de nuestra vida cotidiana. En otros momentos ha sido lugar de experiencias más profundas: casarse, asistir a la muerte de nuestros padres, al bautizo de un hijo.
La Mesa del Banquete del Reino: Mesa abierta a todos. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos, malos y buenos.
El papa Francisco siempre nos recuerda que “no podemos constituirnos en jueces que solo niegan, rechazan o excluyen». La mesa del Señor está abierta a todos.
Invitados todos, no por nuestra condición moral, sino todos buenos y malos. Dios no hace acepción de personas.
Además es una mesa gratuita, don y regalo. No es restaurante a la carta!!!
Es la mesa del AMOR. Un banquete de encuentro y amor. Por eso que nuestra mesa, nuestras capacidades, nuestro alimento espiritual, nuestra vida, esté abierto a todos, como lo está la mesa del Señor.
Dios no excluye a nadie. Su único anhelo es que la historia humana termine en una fiesta gozosa, donde la sala espaciosa del banquete se llene de invitados. Nuestra obligación es hacer de la vida, aquí y ahora, una fiesta para todos. Si no es para todos, no será lo que Dios quiere.