CAMINOS HACIA LA FE (El ciego de nacimiento)
CUARTO DOMINGO DE CUARESMA
JUAN 9,1-41
Este relato que leemos hoy de San Juan es una joya literaria. Es una especie de drama entre los vecinos del lugar donde el ciego solía pedir limosna. De ninguna manera se trata de una crónica medio periodística o de un hecho histórico. Que lo pudo ser no lo dudamos pero el evangelista va buscando otra cosa y esta mas profunda que desgranamos ahora. No contar la verdad o contar las cosas como quien cuenta un hecho histórico o entreteniendo al personal, no lleva a nada. Nuestros cristianos de hoy son adultos y agradecen que se les trate como tales. Hay que ir al fondo de las cosas.
Cuando digo que es una “joya literaria” el relato del Ciego de Nacimiento, que nos transmite San Juan estoy diciendo que Juan nos quiere describir el recorrido interior que va haciendo una persona perdida en las tinieblas de la vida, hasta encontrarse con Jesús, “luz del mundo”.
No conocemos su nombre, solo sabemos que es un mendigo, ciego de nacimiento, que pide limosna, que no conoce la luz , no la ha visto nunca . Y resulta que un buen dia Jesús pasa por su vida, y él esta tan necesitado de ver que deja que Jesús trabaje sus ojos y para ello confia en su fuerza curadora. El encuentro con Jesús va a cambiar su vida. Hasta sus vecinos y amigos le van a ver transformado. Es el mismo , pero “parece otro…cómo ha cambiado esta persona”. Y empieza a contar su experiencia: un hombre llamado Jesús le ha curado.
El no sabe como ni de que manera, solo sabe que “era ciego y ahora ve”. Unos no le creen, otros arremeten contra el que lo cura, otros le achacan haberlo hecho “en sábado”, contra la ley….hasta lo echan de la sinagoga -“lugar religioso”- y el mendigo se va quedando solo. Pero él sabe que quien lo ha curado no es un cualquiera, para él es un “profeta” y que ese hombre tiene que venir De Dios.
Y cuando Jesús oye que lo echan de la Sinagoga, lo busca, quiere volver a encontrarse con él. Y Jesús solo le pregunta: “crees en el hijo del hombre”?. El ciego no sabe quién es. Es como cuando uno dice: “yo soy católico, apostólico y romano y he creido toda mi vida, así me lo enseñaron mis padres”, pero no ha hecho suya ni la fe, ni la opción. Dice: “yo sé que hay algo, no sé qué…”. Ese Dios aún no tiene nombre propio para ese hombre y mucho menos lo reconoce como Padre. Y no sabe dar mas razones. Esa persona es religiosa, de fe heredada pero aún no se ha encontrado con el Dios de la vida.
Cuando descubre a Dios es cuando siente que se le han abierto los ojos del alma: CREO SEÑOR.
Bueno pues ese relato nos lo cuenta así San Juan. Aparecen una serie de personajes: Jesús, los discípulos, el ciego, los vecinos, los fariseos, los judíos, el padre del ciego. Y un gesto hermoso de Jesús: “hace barro con la saliva, le unta los ojos y lo envía a la piscina del enviado”. Todo un simbolismo precioso para decirnos que cuando Dios nos toca con su mismo aliento, nos cura en lo más profundo.
Ahora bien, hay que querer dejarse tocar y dejarse curar. Y hay algunos que por más que miren no ven y hasta están a gusto en su ceguera. Por eso Jesús dice que en su misión ha venido para que “los que no ven vean y los que ven, no vean”. Los que ven son los fariseos, las autoridades religiosas, que no dudan de nada, lo tienen todo muy claro, pero niegan que Jesús sea el Mesías. Los que no ven, son los judios, los páganos gente de buena voluntad, que irán descubriendo poco a poco a la persona de Jesús y creen en El. La ceguera espiritual es la importante que no nos deja conocer a Jesús.
Hay quienes se sienten muy preparados y creen verlo todo, y hay quienes desde su pobreza y humildad nos dan “sopas con hondas”, y están más cerca del Señor.