Entrevista a Julio Millán, presidente de Edad Dorada-Mensajeros de la Paz Andalucía
«El trato que damos a los abuelos es una muestra de agradecimiento»
Han pasado ya dos años desde que abrió la Residencia de Mayores Altos de Jontoya. ¿Qué balance hace de este tiempo?
La residencia nació con un pan bajo el brazo porque contó con el respaldo de los políticos de Jaén y la dueña es Unicaja, antes Caja de Jaén. Además, tuvimos mucha suerte porque, al inaugurarla, pudimos concertar con la Junta de Andalucía 120 de las 175 plazas que tiene, algo que, hoy, con la coyuntura económica, sería impensable. 55, por tanto, son privadas, pero, tanto en las concertadas como en estas, tuvimos lista de espera, lo que es otro milagro.
¿A qué se debió tanto éxito?
Bueno, le presentamos a la Junta dos modalidades de plazas para personas en riesgo de exclusión social, por un lado, y por otro, para quienes sufren graves trastornos, porque nosotros, Edad Dorada-Mensajeros de la Paz Andalucía, no tenemos ningún ánimo de lucro, así que contamos con un pabellón para 35 personas que padecen graves trastornos, otro con 35 con alzheimer y el resto son grandes dependientes.
¿Qué es lo que hace diferente a la residencia de Altos de Jontoya con respecto a otras?
La línea de trabajo de Mensajeros de la Paz, en la que es fundamental el trato al residente. No basta con que sean residencias de cinco estrellas, porque cuentan con las instalaciones más modernas. Lo importante son las expresiones de ternura y de cariño, un trato exquisito y que nadie tenga un mal gusto hacia el residente.
Para conseguir algo así, la selección del personal debe ser muy cuidadosa, ¿no?
Absolutamente. No nos sirve la gente que no se implica en el trabajo. Pero, junto con el trato, otro de los pilares fundamentales de «Altos de Jontoya» es la alimentación. El abuelo puede perder la vista y el oído, pero no el gusto ni el tacto, así que, no solo ofrecemos dos primeros y dos segundos para que, al menos, pueda elegir que es lo que quiere comer, sino que, si a media mañana o a media tarde o a media noche le apetece tomar algo, siempre puede pedirlo. Y, gracias a esto, es que Mensajeros de la Paz se ha hecho con un nombre y con una reputación que la preceden. Aparte de que nuestros directores no son personal laboral, que trabaja sus ocho horas y ya está. Es gente con vocación y son los que marcan el estilo de las residencias, junto con un equipo técnico de calidad.
¿Cuántas residencias gestiona Mensajeros en la provincia?
Además de «Altos de Jontoya», en la capital gestionamos la residencia de la Santa Cena, «Caridad y Consolación», y tenemos dos más, una en Porcuna, con 50 plazas, y otra, en Rus, que tiene 15. Aparte, hemos tenido otros ofrecimientos, pero prefiero tener bien estas residencias a estar en estrechuras. Muchas están teniendo problemas para afrontar las nóminas de los trabajadores por los retrasos de la Junta. Nosotros, sin embargo, negociamos un crédito con la Caja para que los empleados —suman unos 170— cobren puntualmente, porque si están contentos darán lo mejor de sí. Y ese es nuestro objetivo.
¿Cómo están capeando la crisis?
Intentando que no baje la calidad ni en el trato, ni en la alimentación, para seguir ofreciéndole a la sociedad un referente. No tenemos más pretensiones.
Y, sin embargo, parece mucho.
Bueno, es que sentimos que lo que le demos a los abuelos es poco para los tiempos que les tocó vivir a ellos. Es devolverles lo que por justicia les debemos. Es una expresión de agradecimiento.