«He querido y me he dejado querer» (Julio Millán Medina)

Julio Millán emociona a un público que dedica una ovación a su figura.

Manu Ibáñez | Diario Jaén, 14 de septiembre de 2019

 

Se trató la de ayer de una noche cargada de emotividad, pero el momento cumbre de la misma llegó poco antes de dar por finalizado el acto en el abarrotado salón Guadalquivir de Ifeja. Habían sido muchos los protagonistas que habían tomado la palabra durante el mismo, pero quedaba el más importante de todos, el eje sobre el que gira un libro que habla de vida y de entrega al prójimo, el padre Julio Millán Medina. El director de Diario JAÉN, Juan Espejo, fue el encargado de darle paso y recibirlo sobre el escenario antes de dejar que todos los focos se dirigieran hacia él. Fue después de que, a través de la megafonía, se escuchara una muestra de su poesía intimista, una pieza en verso de singular belleza dedicada a su madre.

Una vez asido el micrófono por Millán y antes de que comenzara a dirigirse a los asistentes, el silencio se hizo dueño de la sala, y por un momento, su figura, unos metros por encima del público y con la única compañía de la dulce composición “Perfect”, de Ed Sheeran, pareció empequeñecerse. Se trató, sin embargo, de un espejismo fugaz, porque pronto se hizo grande, muy grande encima del escenario.

Humilde y espontáneo, como él siempre ha sido, dedicó unas sentidas palabras a todos los que ocupaban las butacas; de hecho, decidió mantener en el bolsillo la hoja de papel en la que había plasmado su discurso y dejar que fuera su corazón el que hablara: “Os confieso que soy el primero admirado y asombrado porque me tenían engañado”, reveló Millán, refiriéndose a Espejo y al presidente de DIARIO JAÉN, S. A., Eleuterio Muñoz, precisamente quienes le propusieron, tal y como recordó el Padre, reflejar su esencia en un libro.

Cargado de modestia, Millán aseguró sentirse muy agradecido con todos los asistentes:

“Hay dos palabras en mi vida en las que creo profundamente: gracias y perdón, pero diciendo “gracias” hoy me quedo corto. No me merezco todo esto. Con el corazón en la mano, me siento el tío más normal del mundo. He hecho lo que he creído que tenía que hacer y lo que Dios me ha dado a entender. No ha sido gran cosa, sólo querer y dejarme querer”.

Así, aunque el Padre reconoció que “querer a veces cuesta trabajo”, explicó que “la ternura, el cariño, la gracia y el beso son la mejor terapia”. Por último, antes de terminar, pronunció unas nuevas palabras de agradecimiento que resonaron con fuerza, pero con ternura, en la sala:

“Al final de la vida, el Señor dirá: “¿Has vivido, has amado?”. Yo abriré mi corazón lleno de nombres y estoy seguro de que vosotros estaréis ahí”.

El público no pudo menos que ponerse en pie y ovacionar sonoramente durante un minuto a un hombre ejemplar.