Francisco, «empapado» junto al pueblo, consagra al padre Ángel como icono eclesial de la solidaridad
«Hasta el Papa tiene pecados… y muchos, pero Dios siempre perdona. No olvidemos esto»
José Manuel Vidal, enviado especial al Vaticano | 29 de mayo de 2013
A las 8 de de la Mañana, la plaza de san Pedro esta ya abarrotada, pese a la fuerte lluvia, y las colas para pasar los controles de entrada son enormes. Gracias a los buenos oficios de a angel Luis Lucio, secretario de la prefectura de los asuntos económicos de la santa sede, entramos por la zona de acceso a la Pablo VI. Los guardias suizos se cuadran a su paso. Y nos colocamos en el «sagrado» de la izquierda, a unos 6 metros de distancia de Francisco.
El grupo de Mensajeros de La Paz en torno al padre Ángel y arropando a Amalia, una anciana que vive en un residencia que Mensajeros tiene en Buenos Aires y que, al final de la audiencia, será recibida por el papa.
Amalia está como un flan. Nerviosa, pero tan feliz…»Quiero decirle que le amo y que es un regalo de Argentina para la Iglesia y para el mundo. Eso es lo que más o menos llevo pensado, pero seguro que cuando le vea, me echaré a llorar de emoción y alegría».
A su lado, otra argentina de Mensajeros, Silvia Caparelli, secretaria del juez Daniel Alberto Leppen, entrega a Ángel Lucio una carta del magistrado argentino para el papa, con el que coincidió en el colegio Don Bosco de Ramos Mejía de Baires. En la misiva le dice, entre otras cosas, que le «llena de orgullo el papel que está ocupando».
Hay nubes y claros en el cielo. En la plaza, unas 100.000 personas de diversas parroquias y múltiples asociaciones de todo el mundo, que el speaker va desgranando durante más de media hora.
Entre vivas de las parroquias y unas gotas que caen, la gente habla de lo divino y de lo humano. Los jóvenes comentan: «este Papa mola». Los más mayores, más clásicos en sus comentarios sobre Francisco: «este Papa es un regalo del Señor».
Sale Francisco a bordo del papa-móvil y se desata un clamor en la plaza. Entre aplausos y vivas y gritos se pasea por los pasillos de la plaza y en loor de multitudes, mientras el speaker sigue desgranando el nombre de parroquias y asociaciones.
El speaker de lengua española nombra a los peregrinos de Solsona y a los de Mensajeros de la Paz, entre las lógicas ovaciones de los que acompañamos al padre Ángel.

Cae un chaparrón mientras el papa, que se niega a cubrirse con un paraguas, sigue saludando a la gente. Una gran nube descarga sobre la plaza. El papa nada más iniciar la celebración de la palabra da las gracias a la gente: «Sois unos valientes por estar aquí hoy, gracias«. Entre la lluvia, Bergoglio empezó «empapado» la catequesis sobre «La Iglesia como Familia de Dios». Y él mismo, renunciando a cambiarse la casulla porque quiere mojarse igual que los fieles, arranca una bella alocución en la que proclama que la Iglesia no es una organización creada por un grupo de personas, sino que es obra de Dios y que está compuesta por pastores y fieles con sus defectos y pecados y que «hasta el Papa tiene pecados… y muchos«, pero que Dios siempre perdona.
El pontífice subrayó que todavía muchas personas dicen «Cristo sí, Iglesia no«, «creo en Dios, pero no en los sacerdotes», pero aseguró que es la Iglesia la que lleva a los hombres a Cristo, a Dios.
«Por supuesto que en quienes la componen -pastores y fieles- hay defectos, imperfecciones y pecados. También el papa tiene muchos pecados, pero cuando nos damos cuenta de ese pecado, encontramos la misericordia de Dios. Dios siempre perdona. No olvidemos esto«, manifestó.
En esa línea, el papa dijo que Dios ha creado al hombre para que viva en profunda relación con Él y que incluso «cuando el pecado ha roto esa relación, Dios no nos abandona«.
«Toda la historia de la Salvación es la historia de Dios que busca al hombre, le ofrece su amor y lo acoge», precisó el papa, que subrayó que la Iglesia nace del «gesto supremo de amor de la Cruz, del costado abierto de Jesús, del que salió sangre y agua, símbolos de los sacramentos de la Eucaristía y del Bautismo».
También señaló que la Iglesia se manifestó cuando el Espíritu Santo «colmó el corazón de los apóstoles y los impulsó a anunciar el Evangelio difundiendo el amor» (Pentecostés)
—
Artículo original en www.periodistadigital.com